PRESENTACIÓN DEL LIBRO
Después de hacer un análisis de lo que ya he dicho sobre Beatriz Zamora y su obra en otros foros, veo que tengo pocas cosas nuevas qué agregar.
Comenzaré con esta cita de Antoine de Saint-Exupery que dice: “Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se puede ver bien con el corazón”.
Parecería que Saint-ex hubiese conocido la obra de Beatriz y que ésta le hubiese inspirado dicha frase. La obra que nos ocupa en esta ocasión es quizás la obra más incomprendida de la Historia del Arte en México. Algunos podrán decir ¿Qué quieres que vea en su obra si todo es negro? ¿Apagamos la luz para apreciarla mejor?, y cómo esto, muchas cosas más todas en torno a la negritud.
Evidentemente, si queremos leer su obra de la misma manera como leemos las obras de Velázquez o del Caravaggio, no encontraremos ni historias, ni personajes, ni paisajes, ni pintura de colores. Sin embargo, esto no significa que su obra no sea perfectamente comprensible y estética. Su obra es capaz de llegar a emocionarnos tanto como la de cualquier otro artista de la historia. Sólo que para ello debemos acercarnos a conocer su alfabeto y sus intenciones. Debemos aprender a ver con el corazón.
No podemos intentar leer un poema escrito en mandarín, con caracteres chinos, como si estuviera escrito en castellano, en caracteres romanos y compararlo con los versos de Rubén Darío.
Aclarado esto quisiera ocuparme del tema del libro que ahora se presenta: “100 X 100 Los Siete Caminos del Corazón”, publicado recientemente con apoyo de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y del Fonca.
Para aquellos que no lo sepan, este es el segundo tomo de tres en donde se recogen, en cada tomo, cien dibujos de pequeño formato (algunos de los cuales se exhiben ahora en estos muros) así como cien pensamientos de Beatriz. Y esto, que debería de ser un motivo de gozo, yo que conozco la obra monumental de Beatriz y la grandiosidad de sus proyectos, no dejo de sentir una profunda pena y voy a explicar por qué.
Beatriz Zamora ha sido una trabajadora incansable, comprometida no digamos al cien por ciento sino al mil por ciento con su obra. Beatriz podía dejar de comer con tal de seguir hasta el final una obra; podía reducir al mínimo sus gastos personales y su comodidad con tal de comprar materiales para seguir trabajando. Su vida siempre ha sido francamente austera, quizás más austera que los mismos monjes franciscanos. No le he conocido un solo lujo o alguna frivolidad. Su gran lujo, su inmenso lujo, su único lujo, ha sido entregarse con pasión a producir su gran obra. Su mayor ilusión en la vida ha sido tener un simple espacio en donde pueda trabajar y en donde pueda, al mismo tiempo, ir almacenando su obra. En donde ésta pueda estar resguardada, protegida, cuidada.
Y digo que la publicación de estos libros me producen una pena, porque estos dibujos son fruto de la imposibilidad de tener ese anhelado espacio para trabajar. Un espacio en donde ella pueda realizar su verdadera obra. Desde el año 2004, Beatriz fue desalojada del lugar en donde vivió por varios años, un lugar en el Centro Histórico, una vecindad, por no tener dinero para seguir pagando la pequeña renta que le pedían. Llegó la fuerza pública y fue puesta en la calle, de manera por demás humillante, con toda su obra artística de muchos años. Literalmente, como lo oyen, en la calle. A pesar de que esto fue un escándalo nacional, dado que ella recibió el premio nacional de arte el año de 1978, Beatriz ha buscado amparo en las autoridades culturales, en el gobierno capitalino, en los galeristas y coleccionistas, y no ha habido nadie que se haya dignado a apoyarla brindándole el espacio necesario para desarrollar su obra. A partir de aquél fatídico día, Beatriz vive en un pequeño departamento que una amiga suya de manera muy gentil le presta y en donde lo reducido del espacio no le permite hacer nada de mayor formato que estos dibujos que vemos hoy publicados. Seis años han pasado desde aquél amargo suceso y aún no ha encontrado quién la pueda ayudar prestándole un sitio, aunque sea a cambio de algunas de sus obras.
Desde aquél día sus obras están inmisericordemente abandonadas en una triste bodega pública del Departamento del Distrito Federal. Beatriz ha luchado por encontrar apoyo para rescatar sus obras y llevarlas a algún sitio en donde puedan almacenarse con las condiciones adecuadas y en donde ella pueda restaurarles los daños ocasionados por tantos años de abandono. Hasta hoy las autoridades se han desentendido de su caso, dejando correr el tiempo y desoyendo los clamores de ayuda de Beatriz por rescatar esa valiosa producción. Estoy hablando de más de mil pinturas de diferentes formatos, entre ellas, más de cien que miden tres metros por dos.
Es vergonzoso lo que nuestra sociedad ha hecho con ella. Es verdad que vivimos en un sistema neo liberal en el que cada quien tiene que generarse las condiciones para ganarse el pan de cada día. La obra de Beatriz Zamora está cargada de misticismo y profundidad, valores que pareciera que no significan nada en estos tiempos que corren. Tal vez si fuese frívola y superficial tendría mayor éxito, como las telenovelas, o las revistas de chismes sociales de la realeza española y mexicana. Sin embargo, como su obra tiene qué ver con el universo, con la existencia de Dios, con el infinito, con la profundidad de los tiempos inmemoriales, con los orígenes, no del hombre, que eso es muy reciente, del universo, del cosmos, de la vida en algún lugar remoto del espacio, ni siquiera en nuestro planeta. Como su obra tiene que ver con el silencio profundo, con la pureza, con la extraordinaria belleza del origen de la luz, por ello a nadie le importan y no hay quien sea capaz de poner a salvo ese legado tan importante.
Es por ello, porque me apena mucho la situación en la que Beatriz ha tenido que vivir estos últimos años, y porque desesperadamente ha buscado alguien que pueda facilitarle un espacio en donde ella pueda realizar su obra de grandes dimensiones y no lo ha encontrado. Y porque sé que estos dibujos son fruto de esa imposibilidad de hacer su gran obra, por ello es que siento hoy una gran pena. Desde luego que esto no le resta valor ni belleza a estas obras de pequeño formato, pero yo he presenciado sus obras que miden diez y seis metros de ancho por tres metros de largo y debo decirles que a lo largo de mi vida, he visto pocas cosas en el mundo del arte que me hayan impactado tanto.
No quiero repetir, ni siquiera citar, el texto que escribí sobre Beatriz que quedó impreso en el libro que hoy presentamos. Ese, allí está accesible para todo aquél que se interese por profundizar en el tema y la personalidad de ella. Sin embargo, si quisiera hacer algún comentario respecto al título de dicho texto. “Una Epifanía Compartida”, pues pudiera haber alguna dificultad semántica dentro del término “Epifanía”.
La mayoría de nosotros conocemos el término “Epifanía” como una festividad religiosa que se celebra el seis de enero para conmemorar la llegada de los Reyes Magos al pesebre del niño Jesús. Sin embargo, el término es mucho más antiguo y más amplio que eso y se refiere a los encuentros metafísicos en donde ocurre una manifestación de Dios o de algún ser sobrenatural a una o más personas. Así podríamos hablar de las epifanías de los apóstoles cuando Jesús se les apareció ya resucitado; o la epifanía de San Agustín, o la de San Francisco de Asís, o la de Moisés al recibir las tablas de la Ley. En el caso de Beatriz podemos hablar de una Epifanía que vivió cuando ella tenía apenas siete años. Esta experiencia fue de tal profundidad en su vida que ha dedicado gran parte de ella y de su energía a tratar de darla a conocer. Lo que yo he logrado comprender es que la manera que encontró Beatriz para hacerlo fue produciendo esta obra negra y ahora, estos libros.
Beatriz nos comparte esa su Epifanía y nos habla en frases cortas de aquello que le ha confiado la vida como verdades que debe transmitirnos.
Cito, por ejemplo: “El poder de la energía divina es la guía de nuestras manos para transformar la materia en belleza.”
“Desde la eternidad, busco los siete caminos del corazón, para que respiremos juntos la invisible energía divina.”
“No hay muchos que quieran descubrir el tesoro conmigo
No hay muchos que siquiera sepan que existe.
No hay muchos que quieran entregarse a la belleza. Porque la belleza es la verdad, es la libertad, es la vida, es la pureza y la inocencia. No hay muchos que quieran vivir conmigo el paraíso porque piensan que está lejos y no lo pueden ver.
¿Y yo qué hago con todo el universo? ¿Qué hago con el negro si fue hecho para todos? Yo estoy dispuesta a regalarte mi valor, mi fuerza y mis afortunadas alas de ángel.
Estoy dispuesta a regalarte la verdad y la belleza. Yo estoy dispuesta a todo por ti. A compartirlo todo, a darte el misterio, a darte todas las claves.
Yo quisiera danzar contigo, con él, con todos en el telar del infinito, con la música de las esferas, con toda la música de la tierra, con todos los cantos, los rugidos y todos los silencios”.
Estas son solo unas cuantas frases de las que aparecen en éste su libro, y así podría citarles, una a una, todas las frases que lo componen. Aquellos que quieran penetrar más en su pensamiento, pueden adquirir el libro por mucho menos de lo que vale.
Siento una gran impotencia porque estamos hoy aquí, en esta pequeña galería privada, en un sexto piso, presentando un nuevo libro, cuando deberíamos estar en un lugar público, abierto, haciéndole un reconocimiento a Beatriz por sus aportaciones al mundo de la cultura y al entendimiento de lo que es la vida. Me da pena, me da harta pena ver la incapacidad de nuestra inteligencia para reconocer los méritos de alguien como Beatriz y lamento que no estemos hoy en el Palacio de Bellas Artes inaugurando una magna exposición de sus obras para darlas a conocer a todos los mexicanos; Muestra, que debería circular por muchas ciudades de Nuestro México y del mundo.
Este año, estamos celebrando a la gente que nos dicen que nos liberó del yugo de los españoles, una cantidad de personas, la mayoría de ellas, de muy pobre moral y comprobada vileza, y nos olvidamos de aquellas que no solo engrandecen a nuestra patria sino al universo entero. Yo me congratulo de conocer a Beatriz, de haber vibrado intensamente frente a su obra, de sentirme cercano a ella, de saber que me cuenta entre sus afectos. Para ella, mi más sincero reconocimiento y admiración.
Muchas gracias.
Morelia, Marzo del 2010.